domingo, 11 de enero de 2009

Odio las tardes de domingo...

Ya son las diez, se acaba el domingo, y como a todos los domingos, les sigue un lunes.

Un libro que termina, una frase final. A esa frase le sigue un punto. A ese punto, un blanco. Esa es la parte que más odio. El blanco. Nada.

Ocurre lo mismo con las tardes de domingo, son ese blanco. El espacio entre tu fin de semana y el lunes que entra. Las tardes de domingo se malgastan en volver a casa, o en despedir a los que han venido. En prepararte para la semana o en difuminar lo que han sido dos días de placidez seráfica.

Supongo que mi trauma viene de cuando me llevaban al internado; llegando las cinco de la tarde, cogía la maleta y me llevaban en coche hasta la puerta del colegio. Alli aún no había casi nadie, y después de subir las escaleras (en las que siempre hacía frio), deshacías la maleta y te sentabas en aquellas camas de 80, con la colcha blanca, mirando tu trocito de pared azulejada y el espejo sobre el lavabo, sin saber muy bien que hacer. Normalmente optaba por leer, pero hoy no tengo ganas ni de eso.

En fin, necesitaba desahogarme, romper una lanza a favor de los lunes. Son sólo el primer sía de la semana, un comienzo... siempre me han gustado más los inicios que los blancos que señalan el final.

1 comentario:

Edu dijo...

Yo tambien, ya decia el poeta "Tristes tardes de Domingos, como Lunes".
Un Saludo.