viernes, 13 de marzo de 2009

Sincopa

Estaba en la cafetería, Etta James sonaba en el viejo garito de jazz donde acostumbraba a tomar el café y la magdalena de chocolate de sabor revenido que cada día le acompañaban. A man to love… la voz negra y profunda le dejaba un regusto agridulce en el paladar, frente a ella la pantalla del portátil desgastado y ruidoso, un documento a medio componer:

“¿Sabes? Esta es la primera vez que me doy cuenta de cómo es mucho mejor el ordenador que las viejas cartas de sobre y sello. Con ellas descubrirías cómo me siento, verías el papel arrugado donde mis lágrimas han caído, y la letra casi jeroglífica donde mi pulso falla al apretar demasiado el boli para deshacer el nudo de mi estómago. Frío, distante y aséptico. Es el acompañamiento de mi vida, un ritmo de blues sureño, un contrabajo de cadencia desentonada discordando sobre la potencia de las trompetas. Así es como últimamente has estado… pero no dejo de escuchar, la voz acompaña, el piano irrumpe y de repente todo concuerda, creando algo bello y que parece no tener momento átono que desemboque en un final. Dejo que la música suene. No voy a dar la vuelta al vinilo, no pienso hacerlo a menos que de pronto decida dejar de sonar. El gramófono ya está oxidado, viejo recuerdo de la abuela, olvidado durante años en el desván de la vieja casa del pueblo. No gira suavemente, sus ejes no están engrasados, en vez de ser algo viejo parece cada día un nuevo invento que hay que perfeccionar para que funcione. Pero no quiere, chirría y es inmune a los intentos de engrasarlo, mis amigos quieren que lo tire, pero yo no puedo. He invertido todas mis ilusiones en hacer que el viejo gramófono emita un sonido de nuevo. Por más discos rotos, por más tiempo que lleve, por difícil que sea ver como el vinilo se raya y desgasta con cada nueva prueba, no cejo en mi empeño. No sería yo si lo hiciese. No puedo dejar de soñar con la música que en otro tiempo creí que podría llegar a escuchar. Tras cada intento fallido miro el tocadiscos, lo miro con rencor, pero cuando busco fuerzas en mi para odiarlo me doy cuenta de que no puedo. No puedo renunciar a soñar con ver un día salir algo bonito de la campana metálica. No puedo renunciar a ti. No quiero renunciar a ti. TE QUIERO. ”

1 comentario:

Ágape dijo...

El ordenador no superará nunca la personalidad de las viejas cartas en papel,el ritual de abrir y cerrar el buzón,la calidez de un sobre que no nos atrevemos a abrir,la caricia de una caligrafía conocida..... Del mismo modo,echo de menos el crepitar y la imperfección del sonido de los viejos vinilos,su hipnótico girar y girar y girar,al mismo tiempo que nosotros en nuestros recuerdos y viviencias.
He llegado hasta aquí viajando por esta autopista fría y salvaje que llamamos interntet.Quién sabe por qué:Dios no juega a los dados,dijo Einstein.Espero tu próxima tirada,ups,perdón,entrada.