martes, 23 de diciembre de 2008

¡AH, LA DULCE NAVIDAD…!

Hmmmm, llega la Navidad, los adornos, el árbol, los regalos… te has preparado mentalmente, ha nevado, estás feliz. Te has bajado un cd de canciones rockerillas de Navidad, todo es perfecto, entonces…

…la operación salida, los parientes, las compras, los aglomeramientos, la cena de la empresa…



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Primero, la cena de la empresa. Insultos al jefe de la manera más cariñosa y navideña claro, en voz baja, susurrados al compañero de al lado, el que poco después comentará en toda la oficina lo que hiciste a partir de la cuarta copa. Si “amar en tiempos revueltos” es complicado… sobrevivir a la cena de empresa en tiempos de crisis lo es aún más. Sonríes rezando que a tu empresa no le de por implantar un ERE…

Rezas por eso y mientras mira el fondo de tu copa de cava barato sueñas con que el 22 te toque el Gordo. La lotería más rácana del año y en la que te has prometido no gastar ni un euro… tarde, ya has invertido (pues es así como te gusta llamarlo) unos 100 euros… Ahora ya no está la música del anuncio de la lotería, no hay calvo que reparta suerte y un año más te sorbes los mocos frente a la tele, viendo a los desgraciados agraciados celebrando frente a la administración de turno.

Harto de la lotería y de los niños repolludos que la cantan sales a la calle, una vez más será tu extra la que se vaya en regalos para los sobrinos, familiares y amigos. Entonces alzas la mirada y le ves, y otra vez, y una más… el gordo de rojo está por todas partes. Tú no olvidas que quienes siempre han estado ahí con la bici roja que querías o el árbol de las Polly Pocket que te convertiría en la reina del patio del colegio eran los Reyes. Tres tíos que se lo curraban de verdad, con sus camellos, partiéndose la espalda por traerte tus regalos (fuentes cercanas y fidedignas afirman que montar en camello es deporte de alto riesgo) y no un comodón abuelo (que además, vive en el Polo norte, con lo que le quedan dos teleberris con esto del cambio climático) con un trineo tirado por Rodolfo el reno de la roja nariz… ¡vamos! ¿es que nadie se pregunta cómo un reno tan pequeño puede tener esa nariz? ¿No son los San Bernardos los que llevan el barrilete?

Cargadito de lo que los anteriores mencionados han “dejado” en tu casa, llegas al hogar… ¡hogar, dulce hogar! Yo me considero una persona con espíritu navideño muy desarrollado pero aún así… Las comidas familiares, todos apelotonados en una cocina demasiado pequeña, con tus hermanos metiéndose contigo un año más. Vuelves al puesto que ocupabas cuando tenías cinco años. No importa si ahora tienes cuarenta y seas alguien totalmente independiente. Vuelven los motes, las bromas… y cómo no, si llevas a alguien a presentar a casa es un momento crucial: puede salir por piernas o superar el trance, en cuyo caso te darás cuenta de que lo que siente es amor de verdad. Todo aderezado con sus langostinos con mayonesa, la sopa de marisco, las uvas en nochevieja, el tapón del champán que abre una ceja, tus adorables sobrinitos cantando villancicos con sus panderetas de plástico con motivos nevados… y te vas a la cama, te pones los cascos en las orejas, te acurrucas entre tus sábanas de franela con ese pijama peludo con calcetines a juego (no olvidemos que todo esto sucede en la casa del abuelo/a en el pueblo más recóndito y frío) y lleno de espíritu navideño pones “The best of rock Christmas” y (sin saber por qué lo llaman rock) suena “Have yourself a merry little Christmas” y dejas que Ella te cante, y sonríes, y escuchando a Ella Fitzgerald suspiras ¡Ah, la Navidad!


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